CartoFem

Entre las dinámicas más recurrentes, resalta la violencia sexual y de género tanto en el transporte público como en las calles; la localización de las viviendas asequibles en zonas fuera del periférico, alejadas de las áreas de empleo y de los servicios públicos; así como las deficiencias del sistema de transporte público. Estas situaciones, se viven de manera acentuada por otras estructuras normativas, de privilegio y opresión, como son la edad, la clase social, la religión, la preferencia sexual, el color de piel, la complexión física y la diversidad funcional.

A partir de estos recorridos y de nuestras pláticas, elaboré una serie de mapas que documentan las barreras más frecuentes a las que se enfrentan diferentes mujeres para acceder a los bienes, servicios, lugares y a otras personas en la ciudad. De igual manera, retratan las estrategias que las mujeres utilizan para enfrentar las inequidades derivadas de esas barreras.

Aquí presento tres mapas que muestran la experiencia cotidiana de tres mujeres con algunas de las barreras de movilidad más frecuentes a las que se enfrentan, así como las estrategias y las tácticas que usan para enfrentarlas. Estos mapas son parte de mi investigación de doctorado en la que analizo la experiencia urbana de diferentes mujeres a través de sus trayectorias cotidianas para ir a trabajar. Los nombres de quienes me ayudaron en estos recorridos aparecen abreviados para mantener su anonimidad.

 Así como me di cuenta que mi experiencia de la ciudad estaba definida por mi identidad de género, me fui dando cuenta de cómo otros ejes de mi identidad, como mi clase social y mi edad, son parte de esa experiencia encarnada. Y comencé a preguntarme cómo viven otras mujeres esa geografía urbana, sus divisiones y estas desigualdades estructurales. Entonces decidí profundizar estas reflexiones, e investigar otras experiencias en mis estudios de doctorado. Mi objetivo es visibilizar las estructuras de poder que moldean a la experiencia urbana de las mujeres.

Las mujeres debemos lidiar con ciertas estructuras normativas, de privilegio y opresión, que operan tanto social como espacialmente, como son la edad, la clase social, el color de piel, la corporalidad, la religión, la orientación sexual y las capacidades físicas. Es decir, no es lo mismo la experiencia urbana de una mujer de 30 años, de clase social alta, de tez blanca, heterosexual, a la experiencia urbana de una mujer de 60 años, de clase social baja y de piel morena. Las formas de exclusión y opresión son distintas. Esto es pensar que la experiencia urbana además de encarnada es interseccional.

De octubre de 2019 a febrero de 2020, trabajé con diez mujeres trabajadoras que viven en las periferias y el lado oriente de la metrópoli de las edades de 23 a 50. Trabajé con ellas para elaborar cartografías integrales de su experiencia urbana encarnada, de retratando cómo viven ellas estas estructuras de poder y qué estrategias usan para modificar los espacios urbanos. El proceso de contactar a las mujeres funcionó como una red. Pregunté entre mis amigas y contactos sobre mujeres trabajadoras con largas trayectorias por la ciudad y me contactaron con amigas y conocidas de ellas.

Aquí presento las cartografías de M.O., R.O., y Z.I.